CAPÍTULO 10
Estaba siguiendo a Ángel desde hacía cinco minutos. ¿Pensaba que no me daba cuenta que estábamos dando vueltas por el mismo sitio?
- Ángel...-Se paró y me miró.-¿Qué estamos haciendo? Por aquí hemos pasado ya al menos tres veces.-Protesté.
- Lo sé, pero no encuentro las escaleras que van donde yo quiero ir...-Dijo pasándose la mano por el pelo son un gesto de frustración.- Solo espérate dos minutos.
- ¿Por lo menos no puedes decirme qué escalera buscas?-Dije intentándolo de nuevo.
- No. Te dije que esperaras. Dame un momento.- Estaba con el mapa del parque poniendo cara de concentrado.
- Bffff.... En serio eres más tozudo que un burro.
- Qué casualidad, mira quién habla...-Respondió él.- Venga, creo que ya sé por dónde encontrarla.
Respiré hondo y lo seguí, otra vez. Nos dirigimos hacia la izquierda, el lado opuesto por el que habíamos estado pasando todo el rato. Y subimos unas escaleras. Nos encontramos en la entrada del parque.
- ¿Querías ir a la entrada para luego salir y marchar?- Dije un poco confusa.- Inteligente, muy inteligente.- Estaba hablando con ironía.
- ¡Mira que eres imposible de aguantar cuando estás así, eh!- Pausó unos segundos.- No te he llevado a la entrada para marcharnos, estamos en la entrada porque es dónde está la noria.
- ¿Y?...-Él no me respondió, abrió los ojos de forma que indicaba que era evidente.- Oh... ¡No! No me voy a subir a la noria, tengo miedo a las alturas...-Ángel se fue acercando a mí asintiendo con la cabeza divertido.- Ni lo pienses. No te me acerques o echo a correr.- Le advertí, pero él fue más rápido y me cogió de la mano arrastrándome hacia la noria.
- Si no caminas tú, te seguiré arrastrando, así que tu decides...-Ángel siguió caminando.
- No, es en serio Ángel, tengo vértigo, no me hagas esto...- Peleé un poco más intentando no subir. Y entonces él se paró en seco y se giró hacia mí.
- Y ¿Qué es lo que tanto miedo te da? Es una noria, ¡Por dios! Estas sujeta, es imposible caerte, y no hace movimientos bruscos así que ¿Qué te retiene en no subirte?
En realidad tenía razón, en una noria, se podía ir más o menos seguro, pero aún así seguía teniendo miedo a las alturas.
- Venga, será divertido, Natalia.-sonrió.
Parpadeé varias veces. Me sorprendió la suavidad con la que dijo mi nombre, la calidez y afecto que me transmitió llamándome por mi nombre. Fue extraño pero a la vez suave y dulce. De la sorpresa por haberme llamado así, sólo fui capaz de asentir, sin pensar en la consecuencia de mi acto.
Perdida en mis pensamientos a causa de esa simple frase que dijo Ángel, cuando volví a la realidad, me encontré que estaba subiendo dentro de una de las cestas de la noria.
- No puedo creer que me haya subido.
- Pues créetelo antes que empiece a moverse, porque si no, creo que no vas a sobrevivir.-Dijo burlándose de mí, con ese carácter que tanto me pone de los nervios.- Se te ve como en problemas, Natalia. Estás pálida.-Siguió burlándose.
- ¿Problemas? ¡Problemas son los que tendrás tú si sigues así!- Me estaba agarrando fuertemente a la barra lateral.
- Vale, vale, ya paro.- Levantó las manos en son de paz.- Pero vigila con tu fuerza, que agarrándote de esa forma vas a romper esa barra.
- ¡Ángel!- Lo miré mal.- Para ya.
Me dedicó una sonrisa dulce y asintió como un niño bueno. En ese instante se empezó a mover la noria.
- Venga, deja de estar tan tensa. Piensa en disfrutar de las vistas.- Me dijo en un tono de afecto.
- ¿Cómo quieres que disfrute de las vistas si ni me atrevo a mirar abajo?- Notaba que a medida que íbamos subiendo me agarraba aún más fuerte.
- ¿Y quién ha dicho que mires abajo?- Esta vez parecía estárselo pasando genial, estaba sonriendo de esa forma que se le marcan los hoyuelos.- Disfruta de las vistas que tienes delante.
Lo miré arqueando una ceja en señal que no lo entendía.
-Si no puedes disfrutar de la imagen tan bonita de Barcelona por la noche, ¿Qué mejor que disfrutar de... mi?- Me guiñó un ojo.
Rodé los ojos. No aguantaba cuando se ponía de esta forma
- Estás rodando los ojos...- Dijo advirtiéndome, pero lo ignoré.
- Elemental Sherlock Holmes.- Contesté yo.- Sabes serías muy buen detective... Sí, lo serías, si controlaras más tu ego que se te agranda por segundos.
- No es malo tener una autoestima alta, así que no veo el problema de mi ego.- Dijo bajando los hombros.
- Pero tú no tienes una autoestima alta, Ángel, tú tienes un ego que supera los límites permitidos.
- ¿Qué límites?- Dijo medio riéndose.
- Los límites de mi paciencia, si te sirve...- Respondí yo un poco cansada de este juego.
En ese momento nos quedamos unos segundos en silencio.
- Ángel...
- ¿Mmh?- Dijo él dándome paso para que hablara.
- ¿Por qué has querido llevarme aquí a la noria?-Dije curiosa.
- ¿Algún día dejaras de ser tan preguntona?- Respondió mirándome alegre.
Me encongí de hombros tal y cómo él había hecho unos minutos atrás.
- Algún día...-Dije.- Pero no ahora, así que ¿me dices el porqué?-Seguí insistiendo.
- Pensé que te gustaría ver las vistas...- Me dio la respuesta más simple, la cual no aceptaba. Por eso le insistí con la mirada.- ¡Vale! Eres demasiado impaciente Lia...
- ¿Lia?- Me confundió.
- ¿No es así como prefieres que te llamen?- Dijo como si no hubiera nada extraño.
- No.-Reflexioné.-Dijo sí, pero no. Tú no.- Como acto reflejo se me enrojeció toda la cara.- Eh... Bueno, quiero decir que... Que, eeh... Me parece bien si me llamas por mi nombre.- Me miró de forma dubitativa.- Pero venga, no me cambies de tema, ¿Por qué querías venir a la noria?- Volví a preguntar.
Ángel hizo un profundo suspiro y se quedó unos instantes callado.
- Yo...- empezó a hablar.- Si te soy sincero, no lo sé.- Le miré con sorpresa.- Siempre que he venido aquí al Tibidabo, como última cosa donde me subo es la noria. Me gusta subirme cuando ya está oscuro, ¿sabes?- apartó la mirada y la dirigió a la imagen que se podía ver de Barcelona desde donde estábamos subidos.- Pienso que subirte aquí y observar el paisaje no tiene nada especial, si lo haces de día, todo parece igual, las casas, las calles... Pero cuando está oscuro siento que, en lugar de ser alguien insignificante, puedo controlar y observar cada detalle que pasa. Cada luz que ves, proviene de lugares diferentes, semáforos en rojo, otros que se ponen en verde, la luz que proviene de una casa que está rodeada del ambiente familiar... Cada luz te transmite una información diferente y eso me hace sentir lleno.- Negó con la cabeza.- Sé que suena raro, pero es cómo me siento. A veces pienso que las personas somos demasiado insignificantes, pero llega un momento que te cruzas con alguien que cambia todos tus esquemas y te das cuenta que, realmente no somos insignificantes, lo somos para quienes no nos prestan atención, pero a la vez podemos llegar a simbolizar todo un mundo para otra persona, y eso hace que cobremos importancia. Cada persona, como cada luz que ilumina la noche, puede parecernos insignificante, hasta que encontramos la adecuada que nos guía y nos llena. - Abajó la cabeza, parecía... ¿Avergonzado?
- Gracias.- Dije yo.
- ¿Gracias?¿Por qué?- respondió confuso sin mirarme.
- Por contarme tus pensamientos y hacerme ver otra realidad.- Cuando terminé de decirle esto levantó la mirada.- Así que gracias.-Le sonreí.
Él solo me devolvió la sonrisa.
- Por cierto- volví a hablar.-Que sepas que esta faceta filosófica tuya, me gusta.- Ensanché mi sonrisa, al igual que él, que se le volvieron a marcar los hoyuelos.
Al poco rato de esta confesión de Ángel nos bajamos de la noria y nos dirigimos a la salida.
- ¿Me haces un favor?-Le pedí justo en el momento en el que se me ocurrió una idea.
- Depende...- Dijo con precaución.
- Solo espérame dos minutos aquí ahora vuelvo.-Dije mientras me giraba y iba caminando rápidamente a mi dirección.
Fui lo más rápido posible, después de esta gran reflexión de Ángel quería darle algo a cambio, aunque fuese una tontería para él y no lo fuera a entender, yo me sentiría satisfecha conmigo misma.
Cuando tuve lo que quería volví hacia donde había encontrado a Ángel. Él me vio llegar desde lejos así que no pude esconder la "sorpresa".
- ¿En serio? ¿Una nube de azúcar?- Preguntó aún más confuso que antes.
- Sí.- Dije orgullosa.
- ¿Por qué?- Preguntó mientras empezamos a caminar en dirección al coche.
- Mis motivos tengo.-Dije dejando la respuesta en el aire.
- Que sepas que no estoy de acuerdo con eso. Yo antes me he sincerado y tú ahora ¿no lo harás?-Dijo intentando hacerse el indignado.
- Yo no he dicho que no te lo fuera a decir. Que ahora no te lo diga no significa que en un futuro no lo haga.
Mientras íbamos caminando nos fuimos comiendo la nube de azúcar. Estaba deliciosa. Aunque luego se nos quedaron los dedos un poco pegajosos, pero no estuvo mal después de habérnosla comido.
Durante el trayecto no hablamos mucho. Nos sentíamos cómodos rodeados de ese silencio.
En un cuarto de hora, más o menos, llegamos a mi casa. Eran las ocho y diez, se nos había hecho muy tarde.
- Gracias Ángel, ha sido un día genial.- Dije cuando paró el coche.
- Sí, lo ha sido. Pero...- Dejó ese "pero" al aire.
- ¿Qué pasa?-Dije intrigada.
- Falta algo para que termine este día.- Mi corazón de repente empezó a latir en un modo que parecía que hasta Ángel iba a escucharlo.
Él se inclinó un poco hacia delante y abrió la guantera del coche, de donde sacó un sobre pequeño.
- Toma, para ti.- Dijo entregándome el sobre. Lo miré extrañada.- Tu regalo de Navidades... Se te tiene que decir todo ¡eh!
- Oh... No, es solo que no lo esperaba, este año nadie... Eh... Bueno gracias.-Contesté un poco aturdida.
- Me lo imaginaba.
- ¿El qué?
- Que este año no te habrían regalado nada. Me sabía mal, así que... Te lo compré, aunque sea una tontería. Pero... Pienso que todo el mundo debería tener un regalo para Navidad.-Dijo orgulloso de sus palabras.-Incluso tú, Señorita Curiosa.- Habló con un tono más tierno.
Se me escapó una sonrisa y abrí el sobre. Dentro había un pequeño llavero con un elefante.
- ¿Y esto?- Pregunté.
- ¿También debo explicarte lo que es un llavero?- Dijo volviéndose a burlar de mi.- Este elefante que lleva el llavero, al tener la trompa hacia arriba te traerá buena suerte, o al menos eso es lo que dicen. En teoría, un elefante con la trompa hacia abajo simboliza la mala suerte y hacia arriba buena, por eso creí que tú, para este nuevo año, necesitarías mucha suerte, así que... Para ti.- Terminó diciendo.
- Muchas gracias, de verdad, estas consiguiendo que unas Navidades que creía las peores de mi vida se conviertan en una de las mejores. De verdad, te lo agradezco mucho.- Volví a agradecerle.
- No es nada, me alegro que te haya gustado.- Se quedó un momento medio pensativo- Esto me recuerda que ayer me dijiste que al final me dirías cómo te lo habrías pasado. Así que... Tu juzgamiento señorita...-Me dio pié a hablar.
- De acuerdo, lo admito Señor Ego, lo he pasado "increíblemente bien", y solo gracias a ti.- Dije mientras abría la puerta del precioso coche para salir.- Necesito volver a decírtelo: Gracias por todo lo de hoy, de verdad.
Nos despedimos y fui hacia casa y, como la última vez que Ángel me trajo a casa, cuando cerré la puerta tenía el corazón que creía que me saldría del pecho.
No sabía lo que provocaba Ángel en mí, tampoco sabía si era bueno o malo, lo único que sabía era que disfrutaba de su compañía y con él me sentía a gusto.
¡CONTINUARÁ!
Vale, quiero informaros que os he subido otro capítulo hoy porque dudo mucho que os pueda subir otro hasta el próximo lunes, así que espero que os haya gustado.
Os quiero muchísimo, gracias por vuestro apoyo.
Un abrazo muuuuuuy fuerte!
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