lunes, 11 de febrero de 2013

Between sugar and love 2


CAPÍTULO 2


Carol y yo, después de intentar varias veces más, tuvimos que ir a cambiarnos. Nos pusimos un delantal y nos recogimos el pelo con una cola, por temas de higiene.

Cuando salimos de la trastienda, cambiadas, Ángel nos ordenó lo que debíamos hacer. A Carol le dijo que hiciera una horneada de pan, así que tuvo que volver a la trastienda a hacer lo que le pidió. Y a mí me dijo que me ocupara de la caja, que por hoy ya habría suficiente si hacía eso.

La tarde pasó bastante aburrida, el único momento que tuvimos verdadero trabajo fue desde las cinco hasta las seis y media, la hora que los niños salían del colegio e iban a comprar la merienda. Luego, vino un poco de gente a encargar galletas, pasteles, bollos… entre otras cosas, y se nos hizo las siete y veinte.

-         -   Ángel.- Dijo Carol saliendo de la trastienda, dónde se había pasado casi toda la tarde.
-         - Dime… - Ángel ya parecía un poco cansado.
-      Es que tengo que ir a comprar una calculadora para economía, porque he perdido la mía y necesito una para mañana. ¿Te importaría que saliera ahora a comprar una antes que cierren todas las tiendas?- Carol hacia una carita de cachorrito que nadie era capaz de decirle que no.
-          Aaargg… ¡Vale! Haz lo que quieras, pero mañana te quiero ver una hora antes aquí.
-          ¿Pero entonces cuando quieres que coma?- Hacía cara de penita.
-       No lo sé. Y me da igual. Pero lo que sí sé es que hoy has llegado tarde y, encima, te vas antes, así que mañana lo compensarás.
-          De acuerdoooo…- Dijo resignada- ¡Ah! Por cierto, Lia, ¿me puedes prestar el coche? Es que si no, creo que si cojo el bus, no llegaré antes que cierren. Te prometo que mañana por la mañana te paso a buscar a tu casa y te lo devuelvo, ¿sí?
-          Claro, toma.- Le dije sacándome las llaves  del bolsillo.- Pero ten cuidado con él- Le advertí.
-          ¡Graciaas!- Me dio un beso a la mejilla y se fue hacia la puerta- Adiós chicos, nos vemos mañana.
Se marchó y nos quedamos Ángel y yo a solas.
-     Si te va bien, puedes ir haciendo ya el recuento de caja. No creo que venga nadie más ahora. – Me aconsejó Ángel.

Asentí con la cabeza, hice lo que me dijo y terminé a las ocho menos cinco minutos. Luego, fui a la trastienda a dejar el delantal y a ponerme el abrigo para marcharme. Miré mi bolso, tenía suficiente para comprar un billete de tren e irme a casa. Cuando estaba contando el dinero entró Ángel.

-          Y tú, ahora, ¿Cómo iras a casa?
-        ¿Eh?- Me descolocaba que me hablara ahora al no haberme hablado durante toda la tarde, tan sólo para darme órdenes.

Él se me quedó mirando esperando una respuesta. Yo intenté recordar qué me había dicho y entonces le respondí:

-          Supongo que tendré que coger un tren.- Dije amablemente.
-          ¿A estas horas vas a coger un tren? – Preguntó frunciendo la frente.
-         Sí, si no, ¿Cómo vuelvo a casa?
-        Bueno, digamos que eso de ir en tren para mí no es una opción.- ¿Cómo? No entendía a lo que se refería.- Si lo prefieres te podría llevarte yo a casa.

¿Acababa de ofrecerse llevarme a casa? ¿En serio? Después de pasarse casi toda la tarde ignorándome, ahora me hablaba y quería traerme a casa… No podía haber nadie que entendiese a este chico, seguro.

-          Bueno… yo…
-         Perfecto, si esperas a que me quite esto – Dijo refiriéndose al delantal- Te llevo.- No le había dicho que sí y ya lo había dado por supuesto.
-         - Eh…
-        ¿Algún problema?- Dijo arqueando una ceja. Supongo que mi cara de confusión, por toda esta situación, le descolocó.
-          Es que…- ¿Qué debía decirle? “Bueno, nada, que al no hablarme en toda la tarde, cosa de antipáticos, te ofreces a llevarme a casa, así sin ningún motivo” No, definitivamente, no podía decirle eso. Era el hijo de mi futuro jefe, debía ser agradable con él por mucho que él no lo fuera conmigo.- No, nada. Me iría de perlas que me llevases a casa. En realidad tampoco tenía suficiente dinero para ir con tren.- Mentira, tenía de sobras, pero tenía que quedar bien.
-      Vale, genial.- Dijo Ángel cuando se hubo quitado el delantal.- ¿Nos vamos?- Cogió unas llaves de su bolsillo del pantalón.
-         ¡Claro!- Dije con una sonrisa.

Salimos de la tienda y, con las llaves que había cogido, la cerró. Fuimos caminando uno al lado de otro sin decir nada. No era un silencio incómodo, al menos para mí. Era, simplemente, un silencio entre dos personas que se acaban de conocer y aún no tienen nada en común. Durante el trayecto desde la tienda hasta su coche hizo bastante frío. Era finales de noviembre, se acercaba navidad, era normal que hiciera frío.

-          Y…- Empezó a hablar Ángel- tu nombre es Lia, ¿Verdad?
-          Sí.
-         ¿Qué nombre es ese? No lo había oído nunca…- Me dirigió una mirada de reojo y me di cuenta porque yo también lo estaba mirando de esa forma.
-         En realidad es Natalia, de allí viene Lia.-Le di la explicación más simple.
-         ¿Ah?...- Parecía confuso.- Pero Natalia es un nombre muy bonito, en cambio, Lia no me lo parece tanto...
-         Bueno, no te he pedido tu opinión, me tiene que agradar a mí, que es lo que importa- La había cagado. Mi lengua fue más rápida que mi cabeza.- Emm… Lo siento, no quería ser tan borde, es solo que no me gusta hablar en cuanto a eso.
-          No, tranquila, no pasa nada. Está bien.

Entonces no dijimos nada y seguimos caminando hacia el coche. Cuando se paró, estaba al lado de un coche que… ¡Vaya pedazo coche! Era un Mito, de la marca Alfa Romeo. No me lo podía creer, ¿Cuántos beneficios podía tener una repostería como la suya?

-      ¿Subes? –Ángel me llamó la atención con eso, ya que me había quedado boca-abierta observando su coche.
-         - Eeh.. Sí, si.- Le afirmé. Di la vuelta al coche y entré. Me senté en el lado del copiloto.

Me encantaba su coche. Con tan solo entrar y sentarme me invadió el olor de piel de los asientos. Era una pasada de coche.

-      Y ¿Dónde vives?- Le miré con cara de confusión, estaba demasiado embobada mirando todo el coche como para prestarle atención a él.- Para llevarte a casa…-Me devolvió mi mirada de confusión.
-      Oh…Claro, em…-Me quedé bloqueada observando sus ojos verdosos. En verdad eran preciosos, el color…
-          ¿Te has olvidado de dónde vives o qué?-Entonces cambió su expresión y se volvió más antipático.
-          En pedralbes. La “Avinguda d’Esplugues”. Vivo al lado del “Garden Center”-Le contesté lo más bien que pude. Cuando la gente me viene en plan estúpido, no lo aguanto, no puedo controlarme.
-          De acuerdo.

Dicho esto arrancó el coche y ni me miró ni una sola vez. “Antipático, Antipático, Antipático, Antipático” y “Borde, borde, borde y estúpidooo” pensaba yo. No lo entendía. ¿Cómo un chico que ha tenido el detalle de ofrecerse a llevarte puede cambiar de un segundo a otro y volverse estúpido?

-         - ¿Váis a la misma clase tu y Carol?- ¿Qué le importaba esto ahora?
-         Hmm..-Dije yo en gesto de afirmación.
-         “Hmm” que quiere decir que…- Encima de estúpido también será tontito el niño…
-         Coincidimos en algunas.-Intentaba ser lo más amigable como mi forma de ser me permitía.
-         Entonces el trabajo, ¿Te interesa? –Empezaba a ponerme de los nervios.
-         Claro, si no, no me hubiera tomado las molestias ni de venir.
-         Y, ¿Por qué te interesa?
-      ¿Qué es esto una entrevista? ¿Un interrogatorio? Por que, que yo sepa, no he cometido ningún crimen.- Esta vez le miré ya enfadada. Me molesta que me hagan tantas preguntas. No lo soporto.
-      - ¿¡Te puedes calmar!?- Él también se giró y me miró, ya que estábamos parados en un semáforo en rojo.- ¡Solo trataba de hacer el viaje más ligero y cómodo! ¡Pero contigo ni se pude!- Estaba enfurecido, daba miedo, pero yo también lo estaba.
-    ¡Pues no lo intentes! ¡No hace falta! ¡Es mejor que no abras la boca!- Cogí aire para seguir discutiendo- ¡Cómo antes acabe este trayecto mejor que mejor! ¡Así que hazme un favor a mí, y a ti también, y cierra esa boca que cada vez que se abre la cagas más!
-      ¡¿Pero tú quién te has creído?! ¡Todo esto lo he hecho para ser más amable! Pero eres misión imposible…- Paró un momento, dudaba en seguir hablando.- Si sigues con este carácter nadie se te acercara en tu vida, ni sé cómo Carol puede ser amiga tuya.

Esta vez se había pasado. Me notaba los ojos humedecidos, pero no pensaba llorar, no delante de Ángel. Así que preferí actuar con indiferencia, y sin sacarle los ojos de encima de dije:

-     El semáforo. Está verde. Y te están pitando para que avances.- Giré la cabeza para mirar a través de la ventanilla del coche.

Noté que resoplaba, pero siguió avanzando con el coche.

Durante el resto de trayecto ni nos miramos. Suerte que solo fueron diez minutos y no más, sino, no sé cómo hubiera aguantado con ese ambiente que se respiraba entre nosotros.

Al llegar a mi casa, se paró delante y me bajé. Pero cuando estaba a punto de cerrar la puerta, pensé que mejor sería ser educada, por lo menos intentar serlo, ya que él sería el hijo de mi futuro jefe.

-     Gracias por llevarme y lo siento.- En cuanto lo dije cerré la puerta y me encaminé hasta el barrio de mi casa.

En cuanto puse la llave dentro de la cerradura lo escuché:

-       ¡Nataliaa!

Me giré cabreada ya que ya le dije que no me gustaba que me llamaran de esa forma.

-       ¡Que no me llames Nata…-No pude terminar la frase, me tiró algo en la cara. Cuando reaccioné y supe lo que era lo miré.- Gracias,- Rodé los ojos.- otra vez.

Me había tirado la bufanda que llevaba. Se me debió caer mientras íbamos en coche. Ángel, cómo respuesta, me guiño un ojo y me sonrió. ¿Es bipolar o qué le pasa?

Entre a casa y al cerrar la puerta de la entrada me apoyé en ella. Mi respiración y mis latidos se habían acelerado. No me podía quitar de la cabeza esos ojos esmeralda que me dedicaron un guiño. Pasados unos segundos, al recuperar mi ritmo de latidos normal subí las escaleras y me dirigí a la habitación de mi madre.

-    Mamá…- Esperé, pero no obtuve ninguna respuesta- ¿Estás despierta?-Suponí que no, ya que no me hablaba.

Me acerqué a ella y encendí la luz de la mesilla de noche. Entonces pude verlo.

-       ¡MAMÁ! ¡¿Qué has hecho?!- Notaba cómo las lágrimas me caían por las mejillas. Cojí el bote que tenía en la mano. Efectivamente estaba vacío.- ¡No me puedes haber hecho esto mamá…!

No sabía que podía hacer así que mi única reacción fue llamar al 112.






FIN del segundo Capítulo!
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Gracias otra ve. :)

¡Nos leemos!

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