CAPÍTULO 1
- - ¡¡Liaa!! No insistas más. Se lo
comentaré a mi madre y mañana te digo algo, no te preocupes, ya veremos que
hacemos.- Llevaba una hora hablando por teléfono con Carol, mi mejor amiga,
sobre el tema de encontrarme un trabajo.
- - Pero Carol, yo no sirvo ni para
hacer un huevo frito, ¡como para que ahora me ponga a hacer pasteles! – Me
queje yo.
- - Argh… A veces no hay Dios que te
aguante…
- - Lo sé, pero aún así me quieres.-Dije
yo burlona.
- - Sí, sí, pues claro que te quiero,
tonta. Pero no me cambies de tema, que eres muy buena haciendo eso. –Me dijo
Carol con reproche.
- - Vale, de acuerdo. Lo que tú digas…
- - Vamos, Lia, para que le diga a mi
madre que le pregunte a mi tío si en su repostería necesitan alguien para un
empleo, no significa que te vaya a hacer un contrato vitalicio y esclavista.
- - No es eso, Carol. Simplemente que
yo, en una repostería, soy completamente INÚTIL –Dije remarcando la última
palabra.
- - ¿Y qué importa eso? Además, si trabajases allí, trabajaríamos juntas y pasaríamos más tiempo para poder hablar de Marcos…eeh… -Ya me la estaba imaginando con su cara pícara.
- - Con lo de Marcos ya lo has
estropeado todo Carol… No quiero saber nada más de él.
- - Pero, yo creía que…
- - Sí, creías que estaba totalmente
coladita por él. Pero es eso, lo estaba,
ya no.
- - ¿Y eso?
- - Después de que nos liáramos, simplemente, se olvidó de mi. Solo fui de usar y tirar. Pero no me importó demasiado porque al besarnos me
pasó algo extraño…- Dije yo recordando el momento.
- - ¡¿QUÉ?! Lia, sigue… ¡No lo dejes a
medias! –Se quejó ella.
- - Bueno, es solo que no sentí nada.
Fue como si besara a una pared. Fue algo frío, sin sentimiento y sin esas
típicas “mariposas” que dicen que has de tener al besar a alguien.
- - ¿Quieres mi consejo? Solo fue un
capricho. Tanto tuyo, como de él. Los dos sois muy guapos y juntos haríais una
perfecta pareja, pero simplemente no estáis hechos el uno para el otro.
- - Sí, me he dado cuenta. Tanto
tiempo coladita por él para que luego no fuese nada…- Estaba un poco decepcionada.
- -
Bueno tranquila. Mañana te digo
sobre lo del trabajo en la repostería de mi tío, y seguimos hablando del tema
de Marcos, ahora te tengo que dejar, mi madre se esta empezando a enfadar…
- - Vale, Carol. ¡Nos vemos mañana!-
Dije despidiéndome de ella.
- - Un beso Lia. –Colgó. Solo se oía
un “piii” que indicaba que se había cortado la llamada.
Yo también colgué
el teléfono. Subí a mi habitación. Allí, me quedé un rato pensando en la cama.
Realmente necesitaba un trabajo, desde que mi madre se había separado de su
tercer marido y había caído en depresión. Cada día estaba más delgada y pálida.
No salía de casa y eso hizo que perdiera su trabajo. Hacía ya casi tres meses
que no teníamos un sueldo que entrara a casa. Y si mi madre no se dignaba a
hacerlo, yo lo haría por las dos y para ayudarla a ella.
Os debéis estar
preguntando, ¿Y mi padre? Cuando yo solo tenía seis años murió en un accidente
de tráfico. Se pasó unos cuatro meses en coma, pero nunca llegó a despertarse.
Entonces mi madre se pasó siete años de su vida dedicando cada segundo de ellos
a mí. Pero pasados estos años conoció a Pablo. Se casaron y vivimos los tres
juntos un par de años, pero la relación entre ellos, simplemente, no funcionó y
se divorciaron, aunque a veces sí hablo con él. Siempre está apoyándome. No es
mi padre pero es el único que tengo y nunca me ha fallado. Luego, pasado un
año, Clara, mi madre, conoció a Saúl, el cual al principio era genial, pero
luego se convirtió en un borracho, llegaba cada noche a la madrugada, no
trabajaba, se aprovechaba del dinero que ganaba mi madre y, finalmente, hasta
hace unos meses se separaron. Entonces fue cuando mi madre empezó con su
depresión.
Yo, estaba en el
último año de instituto, ya tenía dieciocho años, así que ya podía trabajar.
Con el empleo que consiguiera, solo esperaba poder tener suficiente para pagar
las facturas de cada mes, comprar lo indispensable, y poder pagarle a mi madre una terapia para que
volviera a ser la misma de antes.
Con tanta
reflexión, terminé durmiéndome.
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7:00h De la mañana.
Mi despertador estaba sonando. Parecía que me iba a taladrar la cabeza. Lo paré
de un golpe. Me levanté y fui al baño. Me duché, me vestí y me arreglé los
pelos de loca que llevaba. Cuando salí fui a la habitación de mi madre. Estaba
prácticamente a oscuras, solo tenía la luz de la mesita encendida. Me acerqué a
ella, estaba boca-arriba y tenía los ojos abiertos con unas grandes ojeras
debajo de ellos. Me dolía demasiado ver a la mujer que me ha criado, cuidado y
protegido, siempre, de aquella manera.
- - Buenos días, mamá. – Le dije
intentando dedicarle una sonrisa, aunque todo lo que me salió fue una especie
de mueca.
- - Li…a, buenos… No creo… - Dijo con
una voz muy fina.
- - Mamá, me marcho al instituto,
intenta comer algo y levantarte de la cama, por favor. Hazlo por mí.- Le
supliqué.
- - Hmams…
No entendí lo que
me dijo, pero estaba segura que no le parecía muy buena idea lo que le había
propuesto.
- - A las tres estaré de vuelta. Hasta
luego, te quiero.- Le besé la mejilla- ¡Oh! Y, mamá, deja que entre un poco de
luz del día, te sentará bien.
- - Sí, Lia… Adiós.
Desde que había
entrado en su habitación no me había mirado a la cara ni un solo segundo. Me
preocupaba mucho su estado. Al salir de su habitación volví a cerrar la puerta.
Bajé las escaleras y fui a la cocina. Me preparé un sándwich de jamón y queso y
me lo metí en el bolso.
Fui al garaje, me
subí a mi coche, un Peugeot 206 color gris. Me encantaba, lo adoraba, era mi
joyita. Entonces me encaminé hacia el instituto.
Eran las ocho menos
diez cuando llegué. Tenía el tiempo justo para ir a la taquilla coger los
libros e ir a clase de latín. Cuando estaba poniendo la combinación me
sobresalté por culpa de Carol.
- - ¡NA-TA-LIAAAAAAAA! – Carol me
llamó desde el otro lado del pasillo. Odiaba que me llamasen por mi nombre
entero. Mis padres me pusieron este nombre, porque, básicamente, a mi padre le
encantaba; por eso, cuando se murió no dejé que nadie más me volviera a llamar
así. No lo soportaba. Pero eso Carol ya lo sabía y, sólo me llamaba así cuando
tenía algo bueno que decirme.
La ignoré. Sabía
que vendría hasta mí para contarme lo que fuese por lo que me había llamado.
- -¡Buenas noticias! - ¿Qué os había
dicho?- Y, bueno ¿Quieres que te lo cuente o no?- Se estaba apoyando en mi
taquilla mientras yo miraba lo que necesitaba coger.
La miré subiendo
mis cejas, dándole a entender que hablara.
- - Mi madre ha llamado a mi tío sobre
lo del trabajo, y han estado hablando bastante rato pero al final han
decidido que… No, mejor, ¡adivínalo!
- - Carol, no estoy para juegos, me lo
dices o ¿qué?
- - Vale, vale, ahí va…- Se esperó
unos segundos más para ponerle más “emoción”- Mi tío le ha dicho que necesita a
una persona para los fines de semana y las tardes, porque el otro empleado que
tenía dimitió porque había encontrado otro trabajo mejor y que…
- - Al tema Carol, no te enrolles…
- - Joo… Bueno, pues eso, que ya
tienes trabajo. Y lo mejor de todo esto es que durante las tardes
compartiremos juntas turno para trabajar, ¿no es fantástico? – Dijo ella más
emocionada aún.- Pero el único inconveniente es que durante los turnos que
tengamos juntas también estará mi primo… Es un aguafiestas y no nos dejará ni
un minuto tranquilas.
- - Genial, muchas gracias por haberme
ayudado Carol.- Intenté demostrarle lo verdaderamente agradecida que le estaba.
- - Lia, lo siento, si te ha molestado
que te llamara por tu nombre delante de todo el pasillo, yo… Pensaba que no…
- - No es eso. No te preocupes. Es por
mi madre, me tiene cada día más preocupada.- Dicho eso y, habiendo cogido todos
los libros, cerré la taquilla.
Carol, habiendo dicho
lo de mi madre, no dijo nada. Sabe que yo soy muy cerrada a la hora de hablar
de mí y expresarle a la gente lo que siento; y si le había dicho esto, era
porque realmente mi madre me tenía muy preocupada. El silencio de Carol, no sé
cuál fue el motivo, pero me reconfortó. Saber que la tengo a mi lado, para lo
que haga falta, me ayuda mucho.
Juntas, nos fuimos a la aula 214 para empezar la clase. Justo cuando nos sentamos a nuestras mesas,
una al lado de la otra, sonó el timbre.
Pocos minutos
después llegó Carmen, la profesora que nos hace latín y lengua.
- - Buenos días chicos. A ver para hoy
teníais que hacer la traducción de un texto. ¿Quién quiere salir a hacernos la
traducción de la primera frase?- Preguntó animada. Carmen es mi profesora
preferida, sus clases me encantan y, además, sabe que no me gusta salir delante
de todos, y nunca me ha pedido hacerlo, así que se lo agradezco mucho.
Un chico de la
segunda fila salió e hizo una parte de la traducción del texto. Luego
fueron saliendo más alumnos para terminar de hacer la traducción del texto
entero de Virgilio.
La hora se me pasó
volando, a diferencia que en clase de filosofía e historia, pero sobreviví
hasta la hora del descanso. Me reuní con Carol (sí somos inseparables). Y
empezamos a charlar mientras cada una se comía su almuerzo.
- - Lia, ¿Te vendría bien si hoy vinieras a la tienda para hablar con mi tío? Creo que le gustarás más si
muestras interés por el trabajo, aunque no sepas hacer nada de repostería.
- - Ignoraré lo último que has dicho. Y sí, a lo que me has preguntado,
supongo. Pero ¿A qué hora debería ir?
- - Saliendo de clase podríamos comer
e ir allí juntas, ¿Te parece? –Pregunto entusiasmada.
- - Bueno, no estoy segura. Le he
dicho a mi madre que llegaría a casa a las tres, y no quiero que se preocupe.
- - Llámala. –Dijo. ¡Cómo si fuera tan
simple!
- - No creo que me conteste. Probaré a
enviarle un mensaje.
Cogí el móvil y escribí un mensaje: << Mamá, soy Lia. Te he dicho que llegaría a las
tres, pero creo que no podré. Me iré con Carol un rato, así que llegaré mas
tarde. No te preocupes. Te quiero. Lia xoxo >>
Esperé con pocas
esperanzas de que contestara pero, cuando sonó el timbre que indicaba que
volviéramos a clase, recibí su respuesta: << O.K >> Era una
respuesta muy poco cariñosa y, demasiado simple, pero por lo menos, no se
preocuparía.
Las tres horas
siguientes se me pasaron demasiado rápido como para darme cuenta que tendría
que ir a conocer el tío de Carol para hablar sobre mi trabajo. No estaba segura
de que le causara muy buena impresión, pero se tenía que intentar.
- - ¿Vamos a comer?- Le pregunté a
Carol cuando la vi.
- - Claro. ¿Al Frankfurt de la
esquina?
- - Sí.- Los frankfurts que hacían en
ese bar eran… ¿Cómo decirlo? Los más deliciosos que podrías encontrar en ningún
sitio.
Estuvimos una hora
hablando y comiendo entre risas y tonterías de mi amiga. Cuando nos dimos
cuenta, ya eran las tres y media.
- - ¡Mierda! Lia, hacemos tarde, había
quedado con mi tío ahora, y para llegar tenemos por lo menos media hora de
camino… Me va a matar.
- - No te pongas así. Vamos, si
perdemos más tiempo hablando llegaremos aún más tarde.
Nos dirigimos a mi
coche. Conducía lo más rápido posible, respetando los señales de tránsito.
Llegamos a las cuatro menos diez, aproximadamente. Aparcamos en una zona de
pago, para no perder más tiempo. Fuimos corriendo a toda prisa hasta la tienda.
Cuando estuvimos delante paramos un segundo para tomarnos un respiro y me fijé
en el cartel: “La Repostería Dulciora”. Me hizo gracia el nombre. “Dulciora” era
latín y significaba “La más dulce”. Original, muy original.
- - ¿A qué esperas? ¡Venga! –Carol me
sacó de mis pensamientos.
Entramos, había una
mujer mayor que estaba pagando un pastel que llevaba en una caja, de plástico y cartón, de forma cuadrada. Me
fijé en el chico que estaba de dependiente. Ojos verdosos. Pelo castaño, medio
rubio. Labios carnosos. Y cuerpo… Bueno, se podía decir que tenía músculos.
Debía ser uno de esos cabeza-hueca que van tres horas diarias al gimnasio.
- -¿Estas son horas?- Dijo el chico.
¿Qué debía tener? ¿Diecinueve? ¿Veinte años? No lo sé.
- -Lo siento Ángel, se me ha echado
el tiempo encima.
- -Por el asunto de tu amiga, mi
padre ya se ha ido. Habéis llegado tarde y, si esta es la primera impresión que
quería dar, la ha pifiado. –Dijo secamente.- Adiós y que le vaya bien la fiesta
de su nieto.- Dijo entonces hablando con una sonrisa con la mujer mayor que
había.
- -Ángel, ha sido culpa mía. No le
había dicho la hora que habíamos quedado y yo… Bueno se me ha olvidado completamente
la hora.- Carol estaba suplicándole con la mirada que le perdonase.- He perdido
la noción del tiempo. ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡LO SIENTO!- Unió las manos
delante de su cara, en señal de disculpas.
- - Hhmm… ¡Cómo sea!- Dijo resignado
¿Ángel? Creo que Carol lo había nombrado así.
- -¡Graciaaas primitooo! Te quiero-
Contestó ella yendo a la parte de detrás del mostrador y abrazándolo.
- - Vale, vale, ¡Vale! Carol, ya
está.- Estaba intentando despegarse de ella.
- - Claro, lo siento.- Se disculpó-
Por cierto, que aún no os he presentado,
Ángel, ella es Lia la chica de la que os he hablado.- Dijo señalándome- Lia, mi
primo.
Por primera vez
desde que he hemos entrado en la tienda, dirigió su mirada hacia mí. Entonces,
pude observar que sus ojos aún eran más verdes de lo que me habían parecido en un primer instante. Me
estaba mirando fijamente, así que le sostuve la mirada, un crío como ese no me
iba a intimidar.
- - Muy bien. Para recompensar el
retraso, hoy, tú- Me señaló con su dedo índice.- también trabajaras.
- - Pero…- Intenté empezar a hablar.
- - Nada de peros. Las dos quiero que
os vayáis a cambiar y en cinco minutos estéis aquí para trabajar.- Dijo
ordenándonos a Carol y a mí.
- - Ángel, Lia no puede quedarse a
trabajar hoy. Tiene asuntos personales que resolver- Me ayudó Carol. Yo
necesitaba llegar temprano a casa para cuidar a mi madre.
- -Sus asuntos personales no me
incumben. Lo que sí me incumbe es esta tienda, así que, si de verdad te interesa
el trabajo- Se volvió otra vez hacia mí- harás lo que te diga.
FIN del primer capitulo.
¡¡si queréis que siga la novela decidmelo y comentad!!